Por Enrique Gili
SAN DIEGO, Estados Unidos, nov (IPS/IFEJ) - Stephen Mayfield, nuevo director del Centro de San Diego para la Biotecnología de Algas en la Universidad de California, lidera un enorme desafío: dar a luz a una industria de energía alternativa.
Algunos dicen que la magnitud histórica de extraer combustible de las algas se equipara a la del Proyecto Manhattan --intento de los aliados de fabricar una bomba atómica antes que la Alemania nazi, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)-- por su promesa de satisfacer de modo sustentable la demanda mundial de combustible para transporte.
Tras años de inactividad en el sector de los biocarburantes, la carrera se centra en producir "crudo verde". Para lograr este objetivo, un puñado de científicos e inversores de riesgo están dispuestos a apostar a esto, en la creencia de que en la suciedad de los estanques se esconde un brillante futuro verde.
Una idea que hace una década parecía absurda ahora gana créditos, mientras se vuelve más claro que nunca que las fuentes alternativas de combustibles serán necesarias para mitigar los efectos del recalentamiento planetario y para satisfacer las futuras demandas energéticas.
En 2008 Estados Unidos consumió 140.000 millones de galones (530.000 millones de litros) de combustible para transporte. En todo el mundo, esa cifra superó los 320.000 millones de galones (1,2 billones de litros).
Mayfield vislumbra que un día las algas se producirán a gran escala, tanto en Estados Unidos como en otros países.
Aunque la capacidad de los países productores de petróleo de satisfacer las futuras demandas de energía es objeto de disputa, los expertos en energía reconocen que hay varios factores que guían el renovado interés en los combustibles alternativos.
Entre científicos, corporaciones y políticos existe un amplio consenso en cuanto a que conflicto, cambio climático y política son una combinación volátil.
"No estamos en Iraq porque (la red extremista islámica) Al Qaeda estuvo allí, sino porque el petróleo está allí", dijo Mayfield.
Explicó que él y sus colegas se dieron cuenta de que tenían que ponerse a trabajar cuando el precio del gas subió a cuatro dólares el galón (casi cuatro litros) en Estados Unidos. Esto coincidió con la advertencia del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en cuanto a que era imperativo reducir las emisiones de dióxido de carbono para impedir un colapso económico y ambiental.
Al no querer desperdiciar una buena crisis energética, en 2008 se creó el Centro de San Diego para la Biotecnología de Algas. El laboratorio fue diseñado para aprovechar el potencial de la industria de las algas bajo los auspicios del Instituto Scripps de Oceanografía, el Instituto Salk para los Estudios Biológicos y la Universidad de California en San Diego.
"El combustible que sale de las algas es muy similar al crudo que se extrae del suelo", dijo Mayfield, mientras todavía desempacaba cajas.
Los académicos de San Diego no son ajenos al sector empresarial. Junto con otros colegas de la Universidad, Mayfield ingresó a la industria de los biocombustibles hace ya varios años. Es uno de los miembros fundadores de Sapphire Energy, una compañía con un capital de 100 millones de dólares procedentes de la Fundación Bill y Melinda Gates, así como de socios inversores.
Aglomeradas en torno a la Universidad hay 15 incipientes empresas apostando a objetivos similares. "Necesitamos (estar) todos dentro. El mundo consumirá tanta energía como jamás hemos procesado", dijo Mayfield.
Ejemplificando la correlación entre el producto interno bruto (PIB) y el consumo de energía, ilustró el aumento de la demanda de combustible a medida que las economías crecen. "La competencia por la energía es insaciable", señaló.
La investigación sobre las algas atrae inversionistas por varios motivos. Ubicuos y de rápido crecimiento, estos organismos unicelulares convierten la luz solar en lípidos, que a su vez pueden ser convertidos en combustibles para transporte sin modificarlos mucho.
El biocombustible elaborado con algas asesta un fuerte golpe a sus rivales, dado que rinde 1.500 galones (unos 5.700 millones de litros) de carburante por casi media hectárea, entre 50 y 70 veces más que el etanol de maíz.
Otro atractivo es que las algas favorecen aguas turbias e incluso saladas, así como condiciones climáticas áridas. Esto tiene el potencial de que desiertos y otras tierras marginales, consideradas inadecuadas para la producción de alimentos, se utilicen para instalar plantas de procesamiento de algas.
Además, las algas absorben carbono durante la fotosíntesis, compensando el dióxido de carbono liberado durante la quema de combustible. Estudios preliminares sugieren que los combustibles elaborados en base a algas producen 60 por ciento menos de dióxido de carbono que el petróleo, tomando como referencia el ciclo vital de ambos productos.
La desventaja es el costo. La industria del petróleo y el gas poseen una ventaja considerable en términos de economías de escala, en lo relativo al descubrimiento, producción y transporte de combustible a los mercados mundiales. Extraer petróleo del suelo todavía es barato, si se lo compara con reinventar un modelo empresarial basado en las algas.
Estados Unidos ya ha recorrido esta ruta antes. Entre 1978 y 1996, su gobierno financió investigaciones sobre las algas, con resultados variados. El Departamento de Energía terminó determinando que no se podría producir algas en cantidades suficientes, a un precio suficientemente bajo como para competir con el petróleo.
Según Al Darzins, del Laboratorio Nacional de Energía Renovable de ese Departamento, la reducción del financiamiento tuvo más que ver con la baja del precio del crudo que con la viabilidad de las algas.
"Si se hubiera podido producir un barril de combustible de algas durante ese periodo, se habría estado en el entorno de los 60 a 80 dólares. Por supuesto, eso no podía competir con un barril de petróleo de 20 dólares", sostuvo.
Sin embargo, debido a las advertencias sobre el recalentamiento planetario, y a las preocupaciones sobre seguridad energética, ahora las algas son objeto de un segundo vistazo. Quienes promueven las energías limpias argumentan que en un plazo de cinco a 10 años existirá la tecnología para producir combustibles en base a algas en grandes cantidades.
El Laboratorio Nacional de Energía Renovable reinstauró su programa de investigaciones sobre algas en 2006. Actualmente, en el mundo hay unas 150 compañías dedicadas a este tema.
"Soy optimista en cuanto a que esto puede cambiar el juego. Pero también soy realista en el hecho de que en materia de ingeniería y biología hay muchos desafíos que tenemos que resolver", dijo Darzins para este artículo.
La estrategia de carbono de California es tal vez precursora de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tendrá lugar del 7 al 18 de diciembre en Copenhague.
Existe un mandato estadual de reducir las emisiones de dióxido de carbono, mejorar el rendimiento del gas y alentar proyectos que empleen tecnologías verdes. La ley de ese occidental estado requiere que, para 2010, las empresas privadas obtengan 20 por ciento de su electricidad a partir de fuentes renovables. También se prevé que ese porcentaje se eleve a 33 para 2020.
El cumplimiento de esos objetivos ha estimulado el desarrollo y las inversiones para lograr tecnologías limpias. En San Diego hay 153 empresas que se centran en cada aspecto del sector de la energía renovable, desde la construcción de automóviles eléctricos a la fabricación de paneles solares residenciales de bajo costo.
Cuando los políticos se reúnan en la capital danesa buscarán maneras de aliviar el dolor que supone la transición a una economía baja en carbono. Investigar en tecnologías que puedan cimentar el camino hacia un futuro más verde debería ser una de ellas.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).
Tras años de inactividad en el sector de los biocarburantes, la carrera se centra en producir "crudo verde". Para lograr este objetivo, un puñado de científicos e inversores de riesgo están dispuestos a apostar a esto, en la creencia de que en la suciedad de los estanques se esconde un brillante futuro verde.
Una idea que hace una década parecía absurda ahora gana créditos, mientras se vuelve más claro que nunca que las fuentes alternativas de combustibles serán necesarias para mitigar los efectos del recalentamiento planetario y para satisfacer las futuras demandas energéticas.
En 2008 Estados Unidos consumió 140.000 millones de galones (530.000 millones de litros) de combustible para transporte. En todo el mundo, esa cifra superó los 320.000 millones de galones (1,2 billones de litros).
Mayfield vislumbra que un día las algas se producirán a gran escala, tanto en Estados Unidos como en otros países.
Aunque la capacidad de los países productores de petróleo de satisfacer las futuras demandas de energía es objeto de disputa, los expertos en energía reconocen que hay varios factores que guían el renovado interés en los combustibles alternativos.
Entre científicos, corporaciones y políticos existe un amplio consenso en cuanto a que conflicto, cambio climático y política son una combinación volátil.
"No estamos en Iraq porque (la red extremista islámica) Al Qaeda estuvo allí, sino porque el petróleo está allí", dijo Mayfield.
Explicó que él y sus colegas se dieron cuenta de que tenían que ponerse a trabajar cuando el precio del gas subió a cuatro dólares el galón (casi cuatro litros) en Estados Unidos. Esto coincidió con la advertencia del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en cuanto a que era imperativo reducir las emisiones de dióxido de carbono para impedir un colapso económico y ambiental.
Al no querer desperdiciar una buena crisis energética, en 2008 se creó el Centro de San Diego para la Biotecnología de Algas. El laboratorio fue diseñado para aprovechar el potencial de la industria de las algas bajo los auspicios del Instituto Scripps de Oceanografía, el Instituto Salk para los Estudios Biológicos y la Universidad de California en San Diego.
"El combustible que sale de las algas es muy similar al crudo que se extrae del suelo", dijo Mayfield, mientras todavía desempacaba cajas.
Los académicos de San Diego no son ajenos al sector empresarial. Junto con otros colegas de la Universidad, Mayfield ingresó a la industria de los biocombustibles hace ya varios años. Es uno de los miembros fundadores de Sapphire Energy, una compañía con un capital de 100 millones de dólares procedentes de la Fundación Bill y Melinda Gates, así como de socios inversores.
Aglomeradas en torno a la Universidad hay 15 incipientes empresas apostando a objetivos similares. "Necesitamos (estar) todos dentro. El mundo consumirá tanta energía como jamás hemos procesado", dijo Mayfield.
Ejemplificando la correlación entre el producto interno bruto (PIB) y el consumo de energía, ilustró el aumento de la demanda de combustible a medida que las economías crecen. "La competencia por la energía es insaciable", señaló.
La investigación sobre las algas atrae inversionistas por varios motivos. Ubicuos y de rápido crecimiento, estos organismos unicelulares convierten la luz solar en lípidos, que a su vez pueden ser convertidos en combustibles para transporte sin modificarlos mucho.
El biocombustible elaborado con algas asesta un fuerte golpe a sus rivales, dado que rinde 1.500 galones (unos 5.700 millones de litros) de carburante por casi media hectárea, entre 50 y 70 veces más que el etanol de maíz.
Otro atractivo es que las algas favorecen aguas turbias e incluso saladas, así como condiciones climáticas áridas. Esto tiene el potencial de que desiertos y otras tierras marginales, consideradas inadecuadas para la producción de alimentos, se utilicen para instalar plantas de procesamiento de algas.
Además, las algas absorben carbono durante la fotosíntesis, compensando el dióxido de carbono liberado durante la quema de combustible. Estudios preliminares sugieren que los combustibles elaborados en base a algas producen 60 por ciento menos de dióxido de carbono que el petróleo, tomando como referencia el ciclo vital de ambos productos.
La desventaja es el costo. La industria del petróleo y el gas poseen una ventaja considerable en términos de economías de escala, en lo relativo al descubrimiento, producción y transporte de combustible a los mercados mundiales. Extraer petróleo del suelo todavía es barato, si se lo compara con reinventar un modelo empresarial basado en las algas.
Estados Unidos ya ha recorrido esta ruta antes. Entre 1978 y 1996, su gobierno financió investigaciones sobre las algas, con resultados variados. El Departamento de Energía terminó determinando que no se podría producir algas en cantidades suficientes, a un precio suficientemente bajo como para competir con el petróleo.
Según Al Darzins, del Laboratorio Nacional de Energía Renovable de ese Departamento, la reducción del financiamiento tuvo más que ver con la baja del precio del crudo que con la viabilidad de las algas.
"Si se hubiera podido producir un barril de combustible de algas durante ese periodo, se habría estado en el entorno de los 60 a 80 dólares. Por supuesto, eso no podía competir con un barril de petróleo de 20 dólares", sostuvo.
Sin embargo, debido a las advertencias sobre el recalentamiento planetario, y a las preocupaciones sobre seguridad energética, ahora las algas son objeto de un segundo vistazo. Quienes promueven las energías limpias argumentan que en un plazo de cinco a 10 años existirá la tecnología para producir combustibles en base a algas en grandes cantidades.
El Laboratorio Nacional de Energía Renovable reinstauró su programa de investigaciones sobre algas en 2006. Actualmente, en el mundo hay unas 150 compañías dedicadas a este tema.
"Soy optimista en cuanto a que esto puede cambiar el juego. Pero también soy realista en el hecho de que en materia de ingeniería y biología hay muchos desafíos que tenemos que resolver", dijo Darzins para este artículo.
La estrategia de carbono de California es tal vez precursora de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tendrá lugar del 7 al 18 de diciembre en Copenhague.
Existe un mandato estadual de reducir las emisiones de dióxido de carbono, mejorar el rendimiento del gas y alentar proyectos que empleen tecnologías verdes. La ley de ese occidental estado requiere que, para 2010, las empresas privadas obtengan 20 por ciento de su electricidad a partir de fuentes renovables. También se prevé que ese porcentaje se eleve a 33 para 2020.
El cumplimiento de esos objetivos ha estimulado el desarrollo y las inversiones para lograr tecnologías limpias. En San Diego hay 153 empresas que se centran en cada aspecto del sector de la energía renovable, desde la construcción de automóviles eléctricos a la fabricación de paneles solares residenciales de bajo costo.
Cuando los políticos se reúnan en la capital danesa buscarán maneras de aliviar el dolor que supone la transición a una economía baja en carbono. Investigar en tecnologías que puedan cimentar el camino hacia un futuro más verde debería ser una de ellas.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).
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